Como toda canción, Sirenas en Malasaña tiene una historia detrás. En toda historia existen varias partes; la creativa, la artística, la técnica y la humana. Dentro de la humana existe un lugar que nadie sabe donde está. Donde de vez en cuando aparezco y soy capaz de crear y transformar las cosas. Esta vez, en ese lugar, me di cuenta que existen sirenas en Malasaña, al menos yo, conozco una.
Justo antes de entrar el otoño de 2021, después de un vuelco vital y mientras rodaba en Madrid, comencé a escribir Sirenas en Malasaña. Ya venía tonteando con una melodía que se me repetía cuando agarraba la guitarra y me quedaba en el abismo de un par de acordes. Hablo de Re mayor y Fa sostenido menor.
En una de mis escapadas a Conil, para pasar varios días en casa, recibí una foto. Y allí estaba la musa, era sábado por la noche, estaba un garito de Malasaña, sus labios rojos recién pintados… y su vestido naranja adornado con calaveras.
Recuerdo el momento perfectamente. Las once de la noche más o menos. Sentado en el porche de casa y trasteando con la guitarra recibí la famosa fotografía. La reacción fue instantánea:
Así apareció. Sin más. Casi de la nada. En ese momento me parecieron unos versos tan mágicos, que no quise seguir escribiendo. Y así fue, porque la canción la acabé semanas más tarde de la misma manera que suelo hacer las canciones; en cuestión de minutos y en una especie de orgasmo literario musical.
En Madrid, aprovechando que tenía un teclado, empecé a buscar la melodía y a darle sentido a la canción dejando a un lado la opción de hacerla con guitarra. La cosa fue tomando sentido. En enero de 2022, me atrincheré en el salón de mi casa, ya en Conil, y aproveché para practicar con el piano. Ahí surgió la primera grabación del tema completo y estructurado.
La misma, que meses más tarde, de vuelta en Madrid, le enseñé a Pablo Borghi en una tarde en su casa que queda para el recuerdo. Ahí decidimos hacerla y que Pablo se encargara de producirla. Pensamos en estructura, cuerdas, posibles arreglos y cuando me quise dar cuenta estábamos maquetando. Pablo tenía una auténtica maravilla ya preparada para vestir a mis sirenas.
Entre partituras, terminar de cerrar las voces, arreglos, sonido y alguna que otra reunión… con el apoyo logístico y moral de Rayco Gil, nos metimos a finales de mayo a grabar en Estudio Uno (Colmenar Viejo). Exactamente el sábado 28 de mayo. Audio y vídeo en el estudio. Toda la puesta en escena del estudio que sale en el videoclip lo hicimos en una mañana.
Más tarde, después de haber estado localizando varias tardes por Madrid, rodamos los exteriores.
Luego vinieron las mezclas, escuchar, volver a escuchar y también masterizar. Y por supuesto todo lo que implica hacer un videoclip. Que después de rodarlo, y para eso hay bastante trabajo, hay que seleccionar brutos, editar, color, quitar y poner, volver a poner y otra vez quitar. Y todo eso va pasando mientras la canción coge su personalidad, se registra y se le da la vida «legal».
¿Sabéis una cosa? Y tal vez sea de las más curiosas sobre este nuevo single. Durante casi todo el proceso, desde su composición a finales de 2021, hasta su publicación el pasado 21 de abril, la canción no tenía nombre.
Era incapaz de ponerle nombre. Es verdad, que desde el principio me rondaba la cabeza el de Sirenas en Malasaña. Pero me resistía. Me parecía injusto desvelar en el título ese verso tan hermoso. Pensaba que tenía que ser descubierto y no regalarlo ya en el título. Es un debate que sigo teniendo. Pero a la vista está que mi resistencia no sirvió para nada, porque por mucho que dejara que el tiempo y la inspiración me sorprendieran con el título adecuado no lo conseguí. Se quedó el que se tenía que quedar, y así será por mucho tiempo.
… ¿quién dice que no existen sirenas en Malasaña»